Somos esclavos del tiempo, de los plazos, de la edad... porque el mundo nos exige actuar del modo en que más produzcamos, mas no de una manera natural y paciente en la que podamos detenernos a pensar. Estamos ligados a un constante Tic-Toc que no nos permite disfrutar del silencio y detenernos a reflexionar verdaderamente en el presente, es un constante ruido que nos puede llegar a enloquecer, pues el mundo nos exige dar tanto que a veces nos lleva más allá de nuestro límite. Esta obra busca reflejar, a través del caracol, a nuestra sociedad compuesta por criaturas sencillas, con necesidades y un límite de capacidades, cargada y esclavizada por la noción del tiempo.