El agua. El agua con su fuerza y convirtiéndose en ola, esta vez una ola que traspasó los casi 5 metros de altura destruyó el concreto de los bulevares de Coquimbo.

Esa noche, el mar despues del terremoto de 8.3 grados se enardeció y devolvió hasta lo que le pertenecía. Las redes de los pescadores se entretejieron con toneladas de escombros, montañas de restos que relatan la mezcla: neveras, televisores, escaparates, sillas y hasta variedades de colchones. Si se trata de un mercado de pulgas, ha de ser el más triste, pues habla de la tragedia, de la pérdida y del esfuerzo, o del esfuerzo perdido. Nada de aquello de sirve. El salitre entró por todos los circuitos e inutilizó electrodomésticos: aquello por lo que tanto trabajó la gente hoy forma parte de la memoria.

Pero el mar no tiene esa memoria. El mercado que golpeó y arrasó apenas se levantaba una vez más después de un incendio que los afectó severamente en febrero de este mismo año. 

Desde Peñuelas hasta Baquedano, el relato de Coquimbo es el de volver a empezar. Es el de rescatar lo que se puede y levantarse.

"Es solo un terremoto más" es la frase más recurrente o el pensamiento mejor instalado en los habitantes, como en un intento de crear coraza y mantener erdigo el ánimo.

De seguro más pronto de lo esperado, Coquimbo tendrá mejor cara para una bonita postal.

Texto: Freya León
Fotos: Andrés Moncada