Durante muchos años, he estado moviéndome por el mundo tratando de recoger en mis fotografías un mensaje. Desde 2014, buscaba encontrarme con la soledad, la angustia, la tristeza… Cansado, sin lugar a dudas, de este ambiente tan opresor y de la finalización de esta etapa con la publicación de un fotolibro donde reuní toda esa pesadumbre, he buscado un nuevo mensaje para mis fotografías. Y lo he encontrado.

Bueno, en realidad, no es un mensaje, sino todo lo contrario; es la falta de él.

He recogido en una serie fotográfica imágenes que muestran vallas publicitarias, carteles y letreros sin mensaje alguno, es decir, están vacíos, rotos o añejados por el tiempo, el descuido o el olvido.

Para mí es mucho más fácil. Valla que veo vacía, al saco. No me supone un desgaste emocional, como antes. Y eso es un alivio.

Pero con el tiempo y a medida que el saco se llenaba, me he dado cuenta de que algo de mensaje inquietante sí que hay, porque, como decía el filósofo Marshall McLuhan, el medio es el mensaje. Y con todos estos medios publicitarios vacíos estoy transmitiendo algo, y, lo peor de todo, es también un mensaje aflictivo; al menos un poquito.

Yo, al principio, lo quería ver como el hartazgo de un creativo publicitario que llevaba 20 años haciendo anuncios para llenar esos medios. Algo muy banal. Había pensado incluso en el titular de presentación de la serie fotográfica: “Creativo experimentado pasa de llenar espacios publicitarios a vaciarlos”. Pero me he dado cuenta de que hay mucha historia aquí también. Y, en cierta forma, me alegra verlo así, porque para mí la fotografía siempre debe transmitir algo, si no, sería tan vacía como las vallas que ahora retrato.