Doña Ana y su burrita Filomena bajan de la montaña a Bogotá todas las mañanas y hacen un recorrido por varios restaurantes de Bogotá donde reciben sobras de comida. Con éstas alimentan a un pequeño grupo de animales los cuales les dan alimento y ganancias.
A sólo 200 metros de la ciudad hay un espacio rural que convive y hace parte de las dinámicas sociales.